TU SOMBRA

TU SOMBRA

Aplastado bajo el peso de tu sombra
vivo, Edgar,
intentando dibujar tu grandeza con mis palabras,
estremecer los corazones
con la oscuridad que tú derramaste,
devorar los volúmenes prohibidos
del saber que hagan
que las alas de mi alma se desplieguen,
correosas como las del mismísimo murciélago del Infierno.

¿Por qué desapareciste, Edgar?
Cinco días de tu vida en blanco,
los últimos,
los más importantes acaso,
antes de aparecer delirando
tirado en un parque al frío amanecer en un banco,
con los ojos en blanco
y consumido por el delirium tremens
de las copas de tu propio elixir maldito,
esencia de genio,
oscuridad y maldad unidas
en fórmula magistral.


¿Por qué Plutón rehúye mi presencia?
¿Por qué el corazón delator enmudece su latido
al escuchar mis pasos?
Ya no grazna el cuervo nevermore
 para maldecir mi vida,
ni el mar turquí ruge en la distancia
anunciando su poder.
Los crímenes de la calle Morgue
no me atormentan por las noches,
ni la máscara de la muerte roja
quiere adueñarse de mi vida
en una última orgía de horror.

Quisiera que mi prosa oscura fuera como la tuya,
que la simple mención de mi nombre
la carne estremeciera y el vello erizara,
que los demonios sirvieran
banquetes de fuego y ceniza en mi honor
antes de recoger el premio de tus manos muertas
en reconocimiento ami devoción,
sumiso a ti como si fuera el busto de  Palas Atenea
maldito de tus letras.




Ya no sueño con el sepulcro de cristal
de Annabel Lee junto al rugiente mar,
pero sí sigo suspirando
por una lágrima de sus delicados ojos
en mis labios,
una gota de la esencia de tu inspiración para mí,
algo que me convierta
en torvo y oscuro como tú,
algo imperecedero e inmortal,
con un uso exquisito y crudo de las letras,
con un estilo hiriente y sangrante
como una puñalada.



Y ahora llego a este recodo del camino,
con los pies pesados de tanto barro adherido,
con las flechas del infortunio hundidas en mi carne,
desangrado,
eviscerado por las críticas y la falsedad
de este mundo que me rodea,
y de bruces a mí me recibe
la tétrica ave de tus pesadillas,
posado está en un tocón,
dispuesto a no dejar descansar mi alma jamás,
con su graznido nevermore 
expelido por las palas de su pico,
mientras tu resurrecta Annabel Lee
me espera en esta pútrida ciénaga,
con la carne pálida,
sin vida en sus venas,
para darme mi último beso en vida,
el inicio de mi no vida en la muerte,
y se convierte en mi guía hacia ti,
Edgar.

Aplastado por el peso de tu sombra...


Rammstein - Engel
© Copyright 2014 Javier LOBO

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