LA TAZA DE CAFÉ
Pasa, pasa. La noche es fría, y no se debe estar
demasiado a gusto ahí fuera, ¿verdad? No, no me equivoco. Y no lo sé por tu
pálida piel, ni por tus labios purpúreos, ni siquiera porque estés temblando de
arriba abajo. No. Son demasiados años ahí fuera, cansado, trabajando en este
desolado y lejano lugar, sin tener más contacto con el mundo exterior que una
mísera radio en la que poder escuchar las noticias y un poco de música.
¿Televisor? ¿Estás de guasa? ¿Has visto alguna antena en mis tejados? No, aquí
no pueden llegar las ondas de nada. Sólo de la radio. Ni siquiera los móviles
tienen cobertura por aquí.
Estoy solo. Simple y llanamente, solo.
¿Que cómo me distraigo? Con la radio, ya te lo he
dicho. Bueno, también tengo unos libros… en alguna parte de la casa. Unas veces
me encuentro unos pocos por aquí, otras veces veo otro puñado por el
cobertizo,… Los de la biblioteca del pueblo deben estar deseando ponerme las
manos encima. Me pueden poner una multa de campeonato, seguramente que con lo
que me sacasen por ella tendrían suficiente para la reforma del edificio.
Dime, ¿de dónde eres? ¿A qué te dedicas? ¿Tienes
familia? Disculpa que te pregunte tanto, pero ya te he dicho mi problema de
soledad. Huele bien el café. ¿A que sí? Espero que te guste. ¿Quieres leche con
el…? Me alegro. Mis vacas son todas unas campeonas. Rico, ¿eh? No sé cómo
tostarán el grano. Dicen que es lo más importante, pero yo opino que es lo
buena que sabe la leche de mis terneras lo que hace que este café sepa tan rico.
Por cierto, ¿nunca te ha dicho nadie que tienes una curva facial muy bonita? No
me mires así, no lo digo con mala intención. Pero es así. Tienes una curva
maxilar suave, preciosa.
¿Ya te vas? No, es demasiado tarde. El camino es muy
oscuro y accidentado. Podrías desviarte contra la cañada y precipitarte por el
barranco sin quererlo. Ya ha pasado otras veces. ¿Por qué me miras así? ¿Te doy
miedo? Espero que no. No quiero hacerte daño. Pero me gusta tu cabeza. Te he
dicho que es muy bonita.
¿Qué haces con ese cuchillo? No creo que te sirva de
mucho. ¿Ves? No me hace falta ir armado ni ser un experto para quitarte el
cuchillo. Ni a ti ni a ninguno de los que me visitáis en estas noches. No te
preocupes. Soy todo un experto. No te revuelvas. ¡No me muerdas, no soy un
salchichón! Será todo rápido. Te lo prometo.
¡GRASPP!
¿Ves como todo iba a ser muy rápido? Aunque
te hubiera encerrado en la despensa daba igual. Ya te dije que aquí no hay
cobertura ninguna.
Llevas una ropa muy bonita. Y cara. Desde luego, tu trabajo
era bastante provechoso. Más que este mío en la granja. Lo bonito es que estás
todo el día rodeado de animales, que son mucho mejores y más agradecidos que
las personas.
Una piel estupenda. Muchas cremas, ¿verdad? Tela
noto muy hidratada. Manicura. Peluquería. Y mucho gimnasio. Menudos
abdominales. Así da gusto. No obstante, no es nada de eso lo que me interesa de
ti. Como ya te he dicho antes, es tu cabeza la que me interesa.
Y la línea de tu cuello. Es preciosa.
¿Me dejas que la bese? Me… me inclinaré con cuidado
para no hacerte daño, ¿vale? Bueno, no sé si me estarás escuchando. Los médicos
dicen que el cerebro vive de diez a quince minutos después del momento de la
muerte, por lo que suponen que los sentidos se van apagando poco a poco.
Te he roto las cervicales. Lo siento. la costumbre.
Ya sabes… los pollos…
Será un beso suave y sencillo, de verdad. El momento
de que mis labios rocen tu cuello…
Tu precioso cuello…
Sabe a mazapán y crema. Eres de dulce. Deja que te
coja en brazos, no quiero que te canses. Nos vamos al taller. Ya te digo.
Sólo me interesa tu cabeza.
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Javier LOBO. Todos los derechos
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