INTIMIDAD

INTIMIDAD

Es mi momento más íntimo y personal,
es de particular trascendencia.
No quiero compartirlo con nadie,
es sólo para mí.

Con más trascendencia
que un primer beso,
con mayor intensidad
que la primera vez
que se experimenta el sexo,
con más profundidad
que el sentimiento de amar.

Comienza con un momento
en la oscuridad
en un refugio inmaterial.
A solas conmigo mismo,
entre las tinieblas de la biblioteca
de mi palacio interior,
mi refugio personal,
un sancta sanctorum
del que sólo yo tengo la llave
para entrar
y que a nadie muestro sus pórticos
para que siga siendo mi huella
la única que deje su rastro
en sus alfombras y en el eco de su aire.

Rodeado de libros de saber,
hasta más allá de donde alcanza la vista,
perdiéndose en la negrura de un techo
del que ni yo mismo
alcanzo a vislumbrar
su bóveda final,
con los bustos de los genios del pasado
observándome,
valorándome,
evaluándome,
criticándome.

Permanezco sentado en un sillón,
escuchando música,
sosteniendo un cigarrillo
del que ascienden volutas azuladas de humo
que se deshacen poco a poco.
El ascua brilla en su punta,
pero no veo ni a una ni otro,
tal es la negrura.

Poco a poco,
entra luz por los ventanales,
hendientes como espadas,
separando poco a poco la oscuridad de mí,
pero sin disolverla del todo.
No quiero.
No me gusta separame de mi oscuridad.

De mi amiga inseparable.

Entonces llega el momento.

Siento el calor del licor bajar por mi garganta,
siento el humo salir expelido por mi nariz,
siento el ardor de la sangre en mis venas,
y es cuando surge,
imperiosa,
la Necesidad.

Me dirijo con paso firme
a la mesa de trabajo.
Dispuesta sobre su bruñida superficie
tengo siempre una nívea hoja de papel,
delicada resma de material exquisito,
y una pluma, negra y brillante,
de intensos destellos como plumaje de cuervo.
A veces,
cuando firmemente la ciño entre mis dedos,
puedo escuchar sus graznidos
desde la lejanía de los valles y los páramos
y, en ocasiones,
se persona ante mí,
y me mira con intensidad,
su reluciente ojo como una canica oscura
en la que brillan las ascuas
del ansia y la curiosidad.

Pero no me ha pronunciado "nunca jamás".

Pero mis ojos ya se han posado
en el campo de batalla,
en la tierra ignota,
ardiente como la amante,
consumida en su deseo
por ser descubierta y recorrida
por primera vez.

Durante un brevísimo instante,
apenas perceptible,
se produce el brillo del plumín en el aire,
con el fulgor lacerante del filo de un cuchillo.
Casi puedo sentir físicamente
la gota de tinta azulada
formándose en su aguzada punta.

Entonces se produce.

El beso.

Un ósculo maravilloso e intenso
entre el papel y la tinta,
recorriendo su piel
como una cinta su regalo,
en un encuentro que será efímero pero intenso,
apurado hasta consumirse completamente,
reducido hasta que no queden más que cenizas,
con la intensidad del flujo de la pasión
de un cuerpo a otro,
jadeantes y sudorosos.

Es una caricia
en la que vierto mi sangre
sobre el pergamino que quiero legar,
sobre el beso que mis labios quieren transmitir,
la caricia que quiero pasar,
el rugir que anhelo en emitir,
el temblor con el que pretendo sacudir
los cimientos del mundo.

Hasta que termina y,
como el clímax,
procuro saborearlo hasta el último latido,
palpitante,
cuando los cuerpos se relajan,
cuando la mente se queda en blanco,
vacía,
desnuda y desprovista de saberes e instintos,
cuando sólo queda
el confort del silencio
y el placer de recordar el reencuentro.

Ya sólo queda volver a sentarse en el sillón.
A cada paso que doy,
se van volviendo a restablecer las tinieblas en la estancia.
Me acomodo
con el cigarrillo humeante entre los dedos,
el vaso de licor en la mano
que pronto dejaré de contemplar
con mis ojos.

Al fodo de la estancia,
los bustos me contemplan en silencio,
sin decir nada.

Y yo,
agazapado en la oscuridad,
espero de nuevo
el momento del placer de reencontrar
el beso de la tinta y el papel.



© Copyright 2014 Javier LOBO

2 comentarios:

Almudena Marin dijo...

Que maravilla que tengas la suerte de vivir y experimentar lo que describes. A través de este poema los que no somos capaces de crear textos, y disfrutar de la compañia de las musas, nos acercamos a la sensación de crear.

alfmega Marín dijo...

Wooowww..!! Magnífico, no hay palabras..

 

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