CAÍSTE

CAÍSTE

Eras un ángel radiante,
puro como rayo de luz solar,
nívea nube en el cielo.

Sobrevolaste mundos,
amaste e hiciste amar,
hiciste que los corazones
se estremeciesen,
que el mundo girase
un día más.

Pero caíste.

Perdiste la inocencia
y la pureza,
cayendo del Cielo
a los abismos,
perdiendo tus alas
en tu precipitado colapso.

Ángel caído,
ángel malherido,
ángel maldito.



Cruzaste los charcos sucios
como si fueran océanos turbulentos,
viajaste bajo la lluvia
como si fueran lágrimas de Dios,
te elevaste sobre tacones
de aguja de cristal,
jugueteaste con la peor de las drogas.

Caíste en un pozo sin fondo,
una sima abisal,
de tu propia mano.

Caída libre sin paracaídas,
sin escalas,
escalera sin rellanos,
sin descansos
para poder respirar.

La luna se volvió de mercurio
en vez de plata,
las gotas de lluvia
se volvieron marrones y viscosas,
el cielo lloró tu pérdida,
menos tú,
feliz en tu ignorancia.

Te arrancaste
las alas de la espalda,
con el cuchillo
de tus propios pecados
empuñado por tu propia mano.



Reposan ahora
en un lecho de llantos,
con el olor del dolor impregnadas,
con el amargo sabor
de la derrota autoinfligida
en los labios.

Ya no hay rezo
que te encumbre,
ya no hay adhesivo
que pueda fijar a tu piel
tus alas antes doradas,
ahora desgastadas
y sin la vida
que otrora las alumbró.

Viviste al límite
tu existencia terrena,
desgarraste tus venas
con hojas afiladas
de ira y rencor,
inoculaste en tus venas
el veneno de la pena,
y ahora miras tus alas para,
echando la vista atrás,
darte cuenta de la verdad
a la que nunca habías querido mirar
directamente a la cara.

Caíste.



© Copyright 2014 Javier LOBO
 

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