NO ME ACOSTUMBRO




NO ME ACOSTUMBRO

Hace no mucho que te fuiste y,
sin embargo,
el tiempo no se detiene,
y parece que fue ayer
cuando reíamos juntos por última vez,
y ya va a cumplir dos años
la fecha en la que te fuiste,
el momento en el que el cielo se oscureció
con gruesas nubes
impidiéndome ver el sol.

Te veo en cada esquina,
en cada rayo de luz,
en cada átomo de mi ser,
cuando cierro los ojos,
cuando sueño,
cuando conecto
el reproductor musical de mi alma
para escuchar tu risa
y llamarme Vielete
una vez más.

Te veo como un fantasma,
vislumbrando tu silueta en cada sombra,
oliendo tu colonia en el aire,
viendo tu pulcritud extrema,
tu cuidado personal,
tu devoción por la familia,
la entrega por los hijos,
la abnegación por la esposa.

Pero ya no estás aquí,
y no me acostumbro a haberte perdido,
a tener que recordarte
cerrando los ojos
y trasladándome a mi palacio mental,
para poder verte frente a algún cuadro,
pintando frente a tu caballete,
con tus grandes manos
tratando con delicadeza
los pinceles y los óleos,
describiendo formas en la tela,
componiendo música con cada trazo.

No me acostumbro
a que ahora seas un recuerdo,
que no pueda llamarte
para comentarte las gracias de tus nietos,
cómo me va en la vida o,
simplemente,
por el gusto de escuchar tu voz
grave y firme
como un trueno
resonando en mis oídos.

No me acostumbro
a no poder abrazarte,
a no poder besarte,
a no poder decirte
te quiero una vez más,
a que ya no me riñas
con esa mezcla
de dureza y dulzura
que te caracterizaba,
a esas palabras
rebuscadas y serias
que ocultaban
verdaderos pozos de sabiduría
en las gotas de rocío
con las que perlabas
sus bruñidas superficies.

No me acostumbro
a verte inanimado en las fotos,
que ya no aparezcas por mi puerta
y me des el fuerte abrazo
y tiernas collejas en la nuca,
que no pueda dormirme en tu sofá
con la tranquilidad de escuchar
el arrullo de tu voz de fondo
y que, cuando despertara,
seguirías a mi lado,
inclinado sobre un libro de crucigramas,
con las gafas sobre la aquilina nariz,
las almohadillas marcadas
a los flancos del puente nasal,
y un saludo cariñoso,
del padre que siempre fuiste
al niño que nunca creció lo suficiente
para ti.



Del niño que se perdió
una y mil veces,
pero que siempre se reencontraba
para volver a ti y pedirte perdón.
Del niño
que tú siempre acogiste
en tus brazos,
con besos y ternura,
dispuesto a perdonar
una vez más
tras permitirle volver a tu lado,
pese a haberse ido por voluntad propia,
ajena a la tuya,
nuevamente demostrarle que se equivocaba,
que estabas en lo cierto de nuevo,
aguantando estoicamente
que se estrellara contra el muro
de sus propios errores,
soportando el dolor de ver sus equivocaciones,
pero siempre ahí,
faro en la oscuridad de la noche,
alumbrando en mitad
de la peor de las tempestades imaginables.

No me acostumbro a estar sin ti,
sin poder verte ni abrazarte,
sin tu voz y tus consejos,
sin poder acudir a un sitio
en el que poder verte,
de no poder escarbar el suelo
como la alimaña que soy,
tratando de desenterrar tu cuerpo
para darte un último abrazo,
de suplicarte que vuelvas
y no me dejes más solo,
que te necesito a cada instante
y seré el niño bueno
que te mereciste en vida,
no la oveja descarriada
que tanto te hizo sufrir.

Arañaría el suelo
hasta traspasar las bóvedas del Infierno
si con ello pudiera recuperarte,
pero no podré nunca más.
Ahora el cuervo me grazna,
y sólo puedo tenerte y abrazarte
en mi palacio interior,
donde puedo encontrarte cuando quiera,
pero donde todo es ilusión,
donde cada sensación
es un recuerdo
traído desde un caldero
en el lejano infinito
perdido de mi memoria.

Y no me acostumbro
a que te marcharas de mi vida,
papá.


El Último de la Fila - No Me Acostumbro



© Copyright 2014 Javier LOBO

1 comentarios:

alfmega Marín dijo...

Hermosa añoranza, Javier..No puedo menos que hacerme una idea y apoderarme de estas letras que dibujan mi propia añoranza, tan parecida a la tuya..Muy disfrutado. . Saludos

 

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