REFLEJOS DE AYER

REFLEJOS DE AYER

Echando la vista sobre los hombros,
mirando la puesta de sol a nuestras espaldas,
sopla la brisa del ayer,
recuerdo imperecedero,
imprenta en nuestra memoria,
un acceso para el que
sólo tenemos que cerrar los ojos
a fin de traspasarlo,
puerta al ayer,
a cualquier tiempo pasado,
cada vez más intensos los brillos de sus matices,
los sabores,
los colores,
las sensaciones que creímos perdidas
pero que, sin embargo,
siguen ahí.

Recordamos los soles y las lluvias,
el calor de un día de verano,
el sabor de la cola apagando
la sed de la sal en la playa,
cómo repicaba la lluvia
en el cristal de las ventanas de nuestros dormitorios
como telón de fondo
a nuestros momentos más grises,
el sabor de las primeras salidas con los amigos,

el primer beso,
la primera caricia,
corrillos en los patios del colegio o del instituto,
grandes triunfos y desilusiones,
modas y peinados que lucimos,
actitudes provocativas y provocadoras.

Pero, sobre todo,
recordamos el placer de las charlas y las compañías,

la dulzura e inocencia
con las que contemplamos
ese mundo de ayer que añoramos,
aquella época de transición entre edades
antes de perdernos en el ser adulto,
despojándonos de la infancia,
engalanados de adolescencia.



No queremos perder esos recuerdos
porque, en el fondo,
deseamos regresar a aquellas épocas,
a aquellos momentos,
a volver a sentir
esa misma intensidad,
ese mismo placer
en el que ardían los corazones,
en el que los problemas
tenían bandas sonoras propias
a elección de sus autores,
donde cada poema
escrito en un trozo arrugado y sucio de papel
era una oda suprema
para ser arrojada en forma de bola,
proyectil de catapulta,
hacia el objeto de nuestro deseo,
el blanco fijado de nuestra amistad.

Deseamos revivir aquellas épocas,
ansiosos por quitarnos los arreos de mulo de la vida adulta,
la pesada vestimenta de las obligaciones
que no tuvimos entonces,
con el ansia de volver a entonar
las canciones que nos marcaron entonces,
de volver a descubrir
los libros que nos expandieron la mente,
de volver a besar los labios
con la misma inocencia de aquel ayer
en que cada amor era un nuevo continente por descubrir
y nosotros arribábamos cual conquistadores a sus costas.

Esa añoranza atenaza
con nudo de horca las gargantas
y hace brotar lágrimas de nostalgia en los ojos,
hace que los puños se aprieten
hasta que la piel rechine
y los nudillos se tiñan de blanco,
hace que nos asomemos nostálgicos
al espejo del ayer,
que queramos recuperar ese tiempo,
sintiendo el impulso de estallar
en un grito liberador,
de que las lágrimas formen vidrios
con los que crear un puente
que poder cruzar hasta llegar
al puerto de la adolescencia que añoramos
como los niños que realmente somos
en el fondo de nuestras almas.

Simple Minds - Don't You (Forget About Me)



© Copyright 2014 Javier LOBO

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