REFLEJOS

REFLEJOS

Situado ante el espejo,
contemplando un reflejo perdido,
un atisbo de alma
que devuelve la mirada,
unos ojos
que brillan sin vida,
una vida
que ahuyenta la esperanza.

Los reflejos muestran
ascuas de lejanas hogueras
donde los hombres primitivos
danzaron bajo los cielos
de las primigenias eras
que las arenas del tiempo
se han encargado de enterrar.

Se escuchan los rugidos de las llamas,
el crepitar de la madera,
las imágenes deformadas por el calor,
la sangre que palpita en las venas.

Acordes prohibidos
desde hace eones
resonando en instrumentos malditos,
mientras retumban los corazones
a un solo ritmo,
como el rayo le abre paso
al trueno,
como la lluvia cala la tierra
hasta su núcleo,
como la tormenta devasta
cuanto con su sombra cubre.

Los pulmones arden,
jadean las gargantas,
queman las entrañas secas,
boquean los labios
en el desesperdo intento
por recuperar el resuello
que alimenta los cuerpos.

La intensidad de los ojos lejanos
traspasa la muralla de llamas,
las sombras danzan en el suelo
al ritmo de los reflejos ígneos
mientras las ascuas
ascienden a la noche
y se pierden en lo eterno.

Ojos intensos,
almendrados,
seductores,
con la suavidad de la seda,
con el erotismo de la promesa velada
tras el espejo.
Los labios carnosos
que anhelan el beso,
el sudor resbalando
por unos pechos turgentes
ante la promesa del clímax
y el placer más extático.

No es más que un reflejo,
porque la gran mentira deriva
de la pulida superficie del espejo,
quedando al final la soledad
y el regusto amargo del olvido,
de las vidas cruzadas
durante instantes
que no superan el parpadeo,
de la ignorancia de ser
una gota de agua en el océano,
una mota de polvo
en una casa abandonada y decrépita,
un suspiro en el aire.

Cegado por el reflejo del espejo,
se quiere evitar la mentira
y se la convierte en verdad
para que no tenga
que preocuparse por existir,
que ya se ocupa el virus
de vivir por ella.

El tacto es pulido,
perfecto,
pero no soy yo,
no eres tú,
no es ella,
aunque sus ojos me quemen
hasta el alma,
por mucho que mis labios
intenten besarla
y mi cuerpo poseerla,
no es más que un reflejo,
una mentira
en una superficie exquisita.



© Copyright 2014 Javier LOBO

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